En momentos de incertidumbre es inevitable cuestionar y plantearnos algunas alternativas en nuestra forma de vida. El trabajo que desempeñamos, los hábitos que hemos desarrollado, la forma de invertir el tiempo, el uso que hacemos del dinero, etc. La sociedad actual impone un ritmo trepidante en el que debemos producir cada vez más para luego consumir de forma desenfrenada. Pero ¿es esto lo que queremos realmente? ¿Es algo que hemos elegido de forma deliberada o simplemente seguimos el curso de la corriente general? ¿Favorece este modelo el ahorro y la estabilidad financiera?

En torno a estas cuestiones ha surgido un nuevo movimiento social que promulga la frugalidad como forma de alcanzar la felicidad y, de paso, favorecer el bienestar del planeta.

«Del lat. frugalĭtas, -ātis. Templanza, parquedad en la comida y la bebida».

En cuanto a filosofía de vida, la frugalidad es una teoría que defiende la idea de que uno se puede sentir más realizado con menos. Por tanto, para ser frugal, este pensamiento aconseja vivir sin gastar más de lo necesario, diferenciando entre gastos que aportan algo y aquellos que se hacen de forma impulsiva, pero que en realidad no nos dan la felicidad.

En el lado contrario de la balanza, estaría el estilo de vida que promueve la actual sociedad de consumo, en la que acumular bienes materiales o artículos de lujo es sinónimo de éxito.

Vivir alejado de los lujos, pero sin carencias, no gastar más de lo que se tiene y ahorrar son las bases del frugalismo. Así, las personas que adoptan esta filosofía vital huyen de las necesidades creadas por la actual sociedad de la información, como los artículos de moda o las marcas, y practican un consumo responsable.

El dinero es, en esencia, la medida de nuestras decisiones. No solo depende de la capacidad que tenemos para generarlo, sino de cómo lo gastamos y en qué lo invertimos. Evidentemente, si vivimos continuamente por encima de nuestras posibilidades y no generamos ahorro, será muy complicado no ya crear riqueza, sino alcanzar una mínima estabilidad financiera. De hecho, los expertos recomiendan no superar nunca nuestra capacidad de endeudamiento, que en la actualidad se sitúa en un 35% del capital neto que nos queda para afrontar el mes después de los gastos fijos.

Tomar el control de nuestras finanzas, aunque requiera un cierto sacrificio, nos aporta una tranquilidad y una confianza inestimables. En un momento de inestabilidad y cambios constantes, valorar medidas de ahorro como la frugalidad puede ser una opción asequible para comenzar, poco a poco, a adquirir buenos hábitos financieros.

¿Qué te parece esta nueva forma de desaprender hábitos?

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